Según Krishnamurti (España, 1992), el rebelarse, el aprender y el amar son procesos no separados, unitarios, que sólo puede entender un hombre que no tiene miedo, que en verdad se rebela, que se empeña en descubrir qué significa aprender, compartir, amar. Ya que cuando uno está aprendiendo, lo hace a lo largo de toda la vida, en donde no hay un maestro especial de quién aprender y es entonces que todo es enseñanza para uno, la vida misma es nuestro gran maestro.
Yo pienso que la educación debe adaptarse a los tiempos como por ejemplo con la LEY BOLONIA, ley que en papel suena bastante bien pero que a la hora de ponerla en práctica es bastante difícil y sobre todo en este tiempo de crisis que tantos y tantos maestros están protestando por sus derechos, aunque desde hace poco se está escuchando por las altas esferas que con el cambio de gobierno puede que las leyes educativas cambien.
Bueno sigamos con lo que íbamos a cerca del propósito de la educación, aquí van varios propósitos más:
Educar, humanizar
“La educación, la cultura, la humanización de ese ser nacido de madre humana
es volverlo humano, enriquecerlo con otras posibilidades, transformar la
naturalidad del sexo en el amor, la del hambre en una mesa compartida, y
frenar el odio, la envidia, el deseo de dominio sobre el otro, frenarlo colocando
en el lugar de esa naturaleza tan natural, tan animal, tan espontánea, valores,
gustos, habilidades que nos permitan convivir, teniendo cada uno la libertad
que elige, porque se le da opciones para elegir, y no la libertad - que no es
libertad – de someterse a los meros instintos”.
BARYLKO, Jaime. La revolución educativa. Buenos Aires: Ed.
Sudamericana, 2002, pág. 92.
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